Viviana Gallardo y las luchas memoriales

Miguel Huezo Mixco
4 min readNov 13, 2019

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A la derecha, Viviana Gallardo camina a la prisión

Dentro de unos días presentaré en San José, Costa Rica, mi libro “La casa de Moravia” (Alfaguara, 2017). El evento literario tendrá lugar en un momento en que los costarricenses libran una batalla por la memoria, encarnada en la figura de Viviana Gallardo.

En la madrugada del 1 de julio de 1981, el suboficial de policía José Manuel Bolaños abrió fuego contra Viviana Gallardo y otras dos jóvenes que guardaban prisión acusadas de “actos terroristas”. Viviana murió en el acto a consecuencia de numerosos impactos de bala.

El nombre de Viviana Gallardo, cada cierto tiempo, suscita enfrentamientos públicos entre diversos sectores de la sociedad costarricense que quieren hacer valer sus propias interpretaciones de los acontecimientos que rodearon su asesinato.

Esa batalla por la memoria no es nada fuera de lo común. A menudo, el solo nombrar o narrar acontecimientos traumáticos abre arenas de confrontación entre actores y sectores involucrados en un mismo acontecimiento. Con el tiempo, los enfrentamientos que en el pasado fueron violentos se convierten en luchas por hacer valer una nueva “verdad pública”. Y hasta cuando las disputas han dejado de tener sentido el recuerdo del rencor sigue actuando de generación en generación.

En El Salvador las luchas memoriales constituyen uno de los escenarios principales del enfrentamiento político. Han pasado 25 años del fin de la guerra interna mediante un acuerdo de paz, pero esta sociedad todavía no tiene héroes compartidos a quienes honrar.

En verdad, ningún país escapa de los enfrentamientos derivados de la interpretación del pasado. Hace solo unos días, en Perú, una sala judicial dispuso demoler un mausoleo levantado por una asociación de familiares de víctimas y presos políticos que alberga los restos de ocho miembros de la guerrilla Sendero Luminoso. Los senderistas murieron en 1986 en un motín en la isla penal El Frontón, un hecho que es investigado por el posible cometimiento de ejecuciones extrajudiciales por parte de la Marina de Guerra peruana.

En Charlottesville, Virginia, la estatua ecuestre del general Robert E. Lee, que lideró los ejércitos de los Estados Confederados de América durante la Guerra de Secesión, se ha convertido en el epicentro de otra encarnizada lucha por la memoria. El sábado 12 de agosto tuvo lugar un enfrentamiento entre quienes aseguran que Lee personifica las atrocidades del racismo, y quienes desean evitar, usando la violencia, que se borre su legado de la historia de Estados Unidos.

El pasado 7 de julio, las autoridades municipales de San Pedro de Montes de Oca, en San José, Costa Rica, removieron a toda prisa una placa en recuerdo de Viviana Gallardo, que fue colocada de manera anónima en el parque Kennedy, coincidiendo con el mes de su asesinato ocurrido hace 36 años.

La acción renovó un debate que ha venido creciendo. En él se enfrentan los que creen que el homicidio de Viviana Gallardo fue un complot urdido en las altas esferas del Estado y los que sostienen que el Estado hizo lo debido al judicializar el caso enviando a prisión al autor material. Tampoco faltan quienes aseguran que Viviana fue solo una víctima de las prédicas extremistas.

Algunos de los eventos que rodearon la muerte de Viviana Gallardo salpican “La casa de Moravia”. Esto, probablemente, se convertirá en uno de los temas recurrentes de las conversaciones que sostendré a finales de agosto en mis presentaciones frente al público costarricense.

¿Será posible alguna vez establecer la verdad histórica, o, al menos, entronizar un relato diferente del que ahora prevalece en el imaginario de la sociedad tica? Creo que coincidiremos en que no es posible aventurar una respuesta. Dado que en las sociedades es más fácil optar por los mitos que construyen héroes o sociedades sin conflictos, lo recomendable es mirar el pasado con una dosis de escepticismo.

Viví la guerra salvadoreña en carne propia. Millares de hombres y mujeres, la mayoría jóvenes, arriesgaron sus vidas o murieron, como suele decirse, en pos de una sociedad más justa, desempeñando tareas arriesgadas, insólitas y hasta inútiles. “La casa de Moravia” intenta aproximarse a una parte de esa experiencia con las herramientas de la ficción, para interrogar este presente donde nos toca librar las batallas de la memoria.

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